Se me olvidó silbar.

Se me olvidó silbar.
Morir, dormir... ¿dormir?Tal vez soñar.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Chapter 7.

Lo viví de nuevo, esa sensación de agobio se sumergió en mis más profundos sueños. Las imágenes pasaban veloces, tampoco necesitaba mucho tiempo, estaba grabado a fuego en un lugar del que las cosas no se escapan tan fácilmente, en la memoria, y donde es aún peor, en el corazón.

Desperté a las tres horas y media, de nuevo en la misma cama, nada había cambiado, todo seguía exactamente como lo dejé. No me extrañó tampoco. Me giré y busqué la mirada de una enfermera que controlaba los sueros, intenté alcanzar su brazo, pero estaba muy lejos, o al menos en ese momento yo lo vi así, ella se acercó ágilmente y me tendió la mano.
                -¿Necesitas algo?
                -Mark, ¿sabe algo de él?
                -¿El chico que iba contigo en el coche?
                -Sí, sí, ¿puedo verlo?
Hubo un gran silencio, me apretó la mano con fuerza y me miró a los ojos.
                -Lo siento, había perdido mucha sangre, no pudimos hacer nada.
Y de nuevo esa sensación de ahogo, una lágrima, otra, otra… hasta acabar en un interminable llanto. Mark. Me acarició la mano intentando consolarme, a estas alturas nadie podía hacerlo. Nadie. Repetí su nombre: Mark, y el de ella… Bárbara, ¿por qué? Iba todo tan bien, era su noche, aquella en la que se decían “te quiero” a cada segundo, a cada momento… su noche, aquella que habían hecho nuestra, risas, música, anécdotas… Cerré los ojos. Sentí de nuevo el faro de aquel coche, ellos dos en el asiento de atrás, cantando, juntos, felices, enamorados. ¿Y ahora? Nada, sí eso, nada, un dolor, un agujero en el pecho que no sabría explicar. Seguí llorando durante un buen rato hasta quedarme sin lágrimas, los ojos me pesaban y sentía que la cabeza me explotaría en cualquier momento, hubiera sido una buena solución, pero no tuve esa suerte, así que pasé los tres días que me quedaban en el hospital a base de recuerdos, de lágrimas y de miradas de pena que me dedicaba la gente después de enterarse del infierno que estaba viviendo. Mi madre no se separó de mi ni un momento como me había prometido, pasó esos tres días pegada a mi cama, sujetándome la mano intentando consolarme, pero no lo consiguió, me contaba historias, recuerdos de su infancia, en ese momento su única meta era distraer por un solo momentos mis pensamientos, pero nada, al segundo día se dio por vencida, ya casi no hablábamos, me pasaba las horas mirando el techo como si intentara encontrar en él una especie de máquina del tiempo para poder volver atrás.
No pude despedirme, darles las gracias, decirles que les quería, que eran mis amigos, mi familia. Me siento sola, sí, sola y perdida en entre estas cuatro paredes, encerrada en el pasado negándome al presente, con una máscara en los ojos que me impide ver más allá de aquel accidente en el que pude decirle adiós a mi vida y ver a la muerte de frente.

1 comentario:

  1. la vida y la muerte... la luz y la oscuridad... antes y despues... todo está en nuestra mente

    ResponderEliminar