Se me olvidó silbar.

Se me olvidó silbar.
Morir, dormir... ¿dormir?Tal vez soñar.

domingo, 29 de agosto de 2010

Chapter 6.

-¡A despertado! Cariño, ¿cómo estás?, me has dado un buen susto.
Mis ojos se abrían poco a poco, no conseguía distinguir ninguna de las siluetas que notaba sobre mí.
-Adri. Adri. Estamos aquí.
Me llevé la mano a la cabeza, la sentí pesada, luego moví el brazo hacia mi izquierda intentando encontrar algo, de él colgaban unos pequeños tubitos bastante molestos, tenía el brazo derecho escayolado y no pude moverlo. Tampoco tenía fuerzas para hacerlo. Cerré los ojos y luego los abrí intentando poner orden en mi cabeza. Tras unos largos segundos conseguí mi propósito. Estaba en el hospital, mi madre sostenía mi mano izquierda. Volví a cerrar los ojos sin llegar a decir nada. Escuché su respiración, pero esta vez más agitada de lo normal, como en aquella ocasión que me caí aprendiendo a montar en bici y terminé, para mi desgracia y la de mi rodilla, con una bonita cicatriz señal de cinco puntos que aún conservo en mi memoria. La llamé. Mi voz era muy débil, apenas me escuchaba a mí misma, pero aquel conjunto de palabras en ese volumen tan bajo fue suficiente para que ella lo escuchase. Se acercó aun más a mí y acarició mi frente, me apartó el pelo de la cara y luego besó una de mis mejillas. Me alegraba enormemente que estuviera allí, conmigo, a mi lado, protegiéndome como siempre lo había hecho, cálida, cercana, cariñosa y compresiva.
                -Mamá.- Fue lo primero que dije. Mi primera palabra.
                -Cielo, tranquila estoy aquí.- Volvió a acariciarme.- No voy a separarme ni un momento de ti, te lo prometo.
“Te lo prometo” durante unos instantes me pareció eterno, sincero, profundo, en cierto modo, ¿qué esperaba? Era mi madre. En ese momento pasó lo inevitable, una lágrima, pero esa pequeña y traviesa muestra de dolor no iba sola, le sucedieron más y más. Entonces pasó. Bárbara. Mi compañera de piso, de trabajo… mi amiga. Rompí a llorar y allí estaba mi madre para abrazarme de nuevo más fuerte que nunca. Otro recuerdo. Bárbara. Lloré, lloré y lloré, no estaba, nunca volvería. Mark, ¿lo sabía? No recuerdo nada, necesitaba verlo, abrazarlo, compartir su dolor, decirle que lo siento y llorar junto a él. Intenté levantarme pero no puede. Seguí llorando a la vez que pronunciaba su nombre y el de Mark. La sentía tan cercana, su olor, su sonrisa, toda ella. Una enfermera entró al oírme desde el pasillo, llamó al que era mi médico, que para su suerte estaba muy cerca de allí. Entró velozmente en la habitación y me pusieron un calmante. Creí que no me haría efecto, pero lo hizo, supongo que fueron los nervios, la rabia, la impotencia, el sentimiento, la perdida, sí, eso… la perdida, la amargura y la agonía lo que me derribaron y me condujeron a unas largas horas de sueño de las que habría deseado no despertar nunca.


jueves, 26 de agosto de 2010

Chapter 5.

Escuché de lejos el sonido de la ambulancia, fue la primera vez que me alegré al escuchar esa molesta sirena que siempre indicaba el suceso de algo malo. Dos médicos bajaron del vehículo a todo gas acompañados de su maletín, detrás de ellos aparecieron los bomberos y pidieron a los presentes que se apartaran para poder sacar a Mark, Bárbara y al desconocido del otro coche lo antes posible ya que desconocían la gravedad de su situación.
Uno de los médicos se acercó a mí:
-Hola, mi nombre es Kevin, deja que te vea esa herida.
Comenzó a mirar con cuidado el corte de la cabeza, sacó de su bolsillo gasas y alcohol:
-Puede que esto te escueza un poco.
Después de eso se concentró en su trabajo.
-¡Josep ven!- Dijo uno de los bomberos refiriéndose al médico que quedaba libre.- Ahora te toca a ti.
El cuerpo de mi amiga y el de aquel desconocido yacían sobre el desgastado asfalto de la carretera, Josep y Kevin se acercaron rápidamente hacia ellos. Yo les seguí. Josep empezó a examinar al desconocido.
 –Tiene pulso.-Dijo muy eufórico como si fuese lo último que se esperaba.
Después de eso Kevin comenzó con Bárbara. Yo me puse de rodillas a su lado haciendo presión en la herida de la cabeza.
-No, joder, no, no, no, eeei bonita, respira.-Dijo Kevin mientras intentaba reanimar a Bárbara a través de un masaje en el pecho.-Uno, dos, tres, venga, venga, no nos hagas esto joder.
Toda mi fe, o la poca que quedaba de ella estaba puesta en los conocimientos de aquel médico que intentaba reanimar a Bárbara y en los bomberos que luchaban por sacar a Mark del coche.
                -Lo siento, no hemos podido hacer nada, el impacto fue muy grande, tenemos que hacerle la autopsia antes de dar un diagnóstico claro, pero creo… que una costilla a perforado el pulmón derecho.
Me acerqué a ella y le moví suavemente el brazo esperando a que se despertara, pero no lo hacía, mis ojos comenzaron a llenárseme de lágrimas y la cabeza me dolía como nunca antes lo había hecho.
                -Bárbara, venga… ¡despierta! No seas tan perezosa, tendrías que haber bebido algo de coca-cola con cafeína, es lo mejor, te mantiene despierta, como yo ¿ves? Venga bella durmiente, ¡arriba! Mark nos está esperando para volver a casa, yo conduciré, ¿te parece bien? Y tú y Mark os quedáis los dos juntitos detrás, catando: “Now it’s we, now it’s us”. Enséñale a estos señores tu magnífica voz, vamos, ayúdame a llamar a Mark: ¡Maaaaark, Maaark…!.- Caí al suelo y comencé a cantar esa canción, pero Bárbara no seguía mi compás, no, tampoco despertó, ni me ayudó a llamar a Mark. Mark… su todo, estaba tumbado también en la calzada, no sabía nada de él, tampoco tenía fuerzas para poder alcanzarle, la cabeza empezó a darme vueltas, la visión cada vez era peor, intentaba luchar contra esa inseguridad, pero las piernas no me respondían, no tenía la suficiente fuerza como para ponerme en pie y poder sujetarle la mano a Mark y decirle que estaba con él, que siempre estaría a su lado. Escuché como uno de los médicos alarmaba al otro sobre mi estado, no pude reconocer quien fue el que se refirió a mí con el apodo de “pequeña”, creo que en ese momento no hubiera reconocido ni si quiera la voz de mi madre diciéndome que perdería el autobús del colegio, después de intentar poner atención a lo que decían ambos sobre mi pude llegar a mi propia conclusión, no estaba bien, pero ahora eso no me importaba, mi mente seguía en una única cosa: Bárbara, mi alegre y dulce amiga. Por mi mente pasaron mil imágenes, mil recuerdos, en los que ella siempre destacaba por su forma de ser;  el gran recibimiento que me hizo cuando me instalé en su casa, nuestra primera noche de fiesta, y la segunda…, la vez que vinieron a visitar a mamá a España y probaron nuestra conocida paella por primera vez, el día en el parque de atracciones y en el zoo, recuerdos, recuerdos, y más recuerdos.
Después de ese paseo por tantos y tantos momentos me sentí como algo vulnerable, entonces, hice como en los cuentos de hadas, aquellos que me contaban cuando era pequeña antes de ir a la cama, cerré los ojos y pedí un deseo, esperando que al abrirlos se hubiera hecho realidad.

martes, 24 de agosto de 2010

Chapter 4.

Estuvimos allí alrededor de una hora y media más, después cada uno con nuestro fuerte dolor de pies nos dirigimos hacia el coche, Mark y Bárbara se sentaron en los asientos de atrás, la verdad que el exceso de felicidad había disminuido pero prefería ser yo la que condujera, lo veía más seguro, así que le pedí las llaves a Mark y puse rumbo de vuelta a casa.
Durante el trayecto no hablamos mucho, simplemente, en varias frases cortas y directas nos referimos a esta noche como “perfecta”.

Había bastante niebla, los faros del coche solucionaban algo ese problema, aun así todos mis sentidos estaban puestos en el volante y en la carretera. Agradecí haber parado de beber hace ya tiempo y parecía que la cafeína estaba haciendo su trabajo. La radio estaba encendida, la música de fondo hacía que mis dos amigos canturrearan la canción que sonaba en ese momento en un tono de voz bastante bajo: “Now it’s we, now it’ us...”
Entramos en una calle ya desierta por la hora, la tenue luz que venía de las farolas que se extendían por toda la calle se hacía paso entre la nítida niebla que dificultaba mi visión.
En apenas dos segundos vi como una luz se acercaba a toda velocidad hacia nosotros. Pisé el freno de una forma muy brusca, pero eso no evitó el impacto.
 Me llevé la mano a la cabeza, estaba bastante mareada, me miré la mano, la tenía bañada en sangre, salí con bastante dificultad del coche, tenía un brazo roto, o al menos me dolía como si fuera así, la imagen que se formaba en mi retina era algo que nunca se podría olvidar, ni en un millón de años, el coche con el que habíamos impactado estaba totalmente destrozado, salía humo por todas partes y el imprudente conductor permanecía inconsciente sobre el volante, por otra parte el reluciente vehículo de Mark estaba hecho añicos, supongo que por su reducido tamaño en comparación con aquel deportivo que ahora se reducía en chapa destrozada. ‘’El coche de Mark…” ¡Mark! ¡Bárbara! Por un momento los había olvidado. Corrí hasta situarme al lado de lo que habían sido los asientos traseros del coche. Estaban totalmente destrozados. Intenté mirar a través de pequeños orificios que se formaban entre trozos y trozos de chapa, pero el humo me impedía totalmente la visión, me incorporé rápidamente, me toqué de nuevo la herida de la cabeza para comprobar si seguía sangrando. La multitud crecía rápidamente, pedí que llamaran a una ambulancia. Ya lo habían hecho. Mucho de los curiosos que se amontonaban alrededor del accidente empezaron a hacerme muchas preguntas, por un momento me sentí como en la típica película policíaca, estábamos en la escena del interrogatorio, pero esta vez no en una sala vacía y sentada en una silla mientras que un foco me alumbraba la cara, no, esta vez toda esa gente desconocida eran los polis, conversaban entre ellos y me miraban de una forma que no sabría explicar, cotorreaban sobre quien había tenido la culpa y en las condiciones en las que nos encontrábamos cada uno de los implicados. Sentí un leve mareo, mis amigos estaban atrapados y la ambulancia no llegaba, el humo entraba en mis ojos produciéndome una fuerte irritación, el olor a sangre que percibía directamente de mi herida hacía que mi mareo aumentara por segundos, los cristales se esparcía por todos lados y lo que fue una cuidada tapicería de piel se había convertido en unos trozos de áspero material bañado en sangre.

domingo, 22 de agosto de 2010

Chapter 3.

El restaurante era bastante elegante, los camareros paseaban atentamente cerca de las mesas, con el brazo derecho tras la espalda y la columna bien erguida parecían sacados de una película.
Charlamos sobre varios temas, nos reímos con alguna que otra anécdota y gozamos de varias fiestas en nuestro paladar.
-¿Queréis algo más?-Preguntó Mark.
-No, gracias.-Dijimos ambas al unísono.
Después de oír eso Mark dejó la servilleta sobre la mesa, bebió el último trago de vino y levantó la mano llamando al camarero para pedir la cuenta y de esta forma poder seguir con nuestra celebración, pero, esta vez en un lugar donde la música te impide mantener una conversación normal con el que tienes al lado.
Pasaron escasamente dos minutos cuando nuestro camarero nos dejó la cuenta sobre la mesa con la elegancia que los caracterizaba a cada uno de ellos. Creo que sería mejor no dar alusión a la cifra que vimos en ese papel, con la cara que mostramos los tres fue suficiente pero eso no impidió que Mark abandonara esa sonrisa que lo había acompañado durante toda la cena.
-Un día es un día.- Dijo intentando restarle importancia. Sacó el monedero y dejó la cantidad exacta en el platito que había dejado el camarero, luego nos levantamos cada uno de nuestro asiento y abandonamos el local.
-Bueno, ¿qué os parece el mismo pub del sábado pasado?-Dijo Bárbara montándose en el coche.
-Ya sabéis que yo no pongo pegas, vosotros diréis.- L e contesté.
-Entonces, decidido, ahora… si les importa señoritas pónganse los cinturones, la noche es joven.-Después de eso Mark arrancó.
Durante el breve trayecto no mantuvimos ninguna conversación importante, simplemente hicimos alguna que otra broma sobre el descenso de la economía del país debido a la cena que nos habíamos gobernado, o mejor dicho, a la clase de restaurante al que nos habíamos aventurado a entrar.
Aparcamos el coche delante de un parque muy cercano al lugar donde continuaríamos con nuestra celebración, nada más doblar la esquina los tres aceleramos un poco el paso para entrar lo antes posible, creo que después de estar  tan formales durante la cena la necesidad de una copa acompañada de buena música y unos cuantos pasos de baile nos ayudarían a entrar en calor. Saludamos al portero, era un viejo compañero de Bárbara por lo que alguna que otra vez hacía la vista gorda con alguno de nosotros. Una vez dentro nos acercamos a la barra y con un “lo de siempre” Freddy, el camarero, preparó en un tiempo récord lo que sería nuestra primera copa.
Bailamos durante un rato, y tras esa primera copa vino otra más, charlamos y seguimos bailando. Esa ronda llegó a su fin, pero la noche aun era joven, lo cual creaba una mezcla un tanto desagradable ya que Mark tenía que coger el coche.
-Bueno chicas, para mí el alcohol, por esta noche a llegado a su fin, creo que os toca seguir sin mi.- Dijo examinando el vaso ya vacío.
-Es vuestra noche ¿no?- Comencé diciendo. Pues bien, yo os llevaré a casa, así que Mark, no te preocupes de nada, y a esta ronda invito yo.
-Creo, que por una vez, no te llevaré la contraria.
-Freddy, dos Martinis y una coca cola light.
-¡Marchando!
Seguimos conversando durante un rato, mientras tanto, el estado de felicidad de Mark y de Bárbara aumentaba copa a copa, yo, sin embargo continuaba con mi ritmo de coca colas.
-¿Te has fijado en ese bombón de allí?- Dijo Bárbara señalando a un chico que se encontraba enfrente nuestro.- No para de mirarte, yo de ti iría a ver qué quiere.
-Creo que hago más falta aquí.- Dije mientras me encargaba de que Bárbara no se tropezara con un grupo que teníamos al lado.
-¡No seas tonta!
-Creo, que será mejor que deje a ese bombón rubio con ese perfil tan bien cuidado, esos ojos azules que se clavan como agujas y con esa sonrisa de anuncio.
La verdad es, que después de eso, pensé en abandonar a Bárbara rápidamente a su suerte, pero rectifiqué y preferí seguir babeando mientras supervisaba a mi borracha amiga, la cual, dormiría como un tronco durante toda la noche.

La vida es eso que pasa mientras nosotros hacemos otros planes.

viernes, 20 de agosto de 2010

Chapter 2.

Durante todo un día de ordenador, creando la que sería la próxima noticia del día llegó la hora de comer, bajé a un pequeño bar que había a la vuelta de la esquina, compré un sándwich y un botellín de agua para saciar la sed pos-comida y me senté en un banco debajo de un frondoso árbol residencia de varias familias de inofensivos pájaros. La gente caminaba rápidamente por la calle, el ajetreo era algo común en esa gran ciudad y cada segundo perdido era un momento de éxito que estabas desaprovechando, así que nada más terminar con esa rápida comida subí a la oficina, y continué con mi trabajo esperando que el reloj marcara las siete para volver a casa y poder continuar los tres juntos nuestros planes como habíamos decidido en el desayuno.




Mark y Bárbara estaban esperándome ya en casa, pedí perdón por mi breve retraso y tras deshacerse de esa disculpa sin darle la más mínima importancia cada uno nos dirigimos a nuestro cuarto a prepararnos para la ocasión.
Abrí el armario y saqué un vestido blanco de tirantes que me llegaba por encima de la rodilla, lo adorné con un fino colgante que me regaló mi madre antes de mí partida a los Ángeles, me recogí con dos horquillas el pelo hasta crear una fina cascada de rizos que acariciaban mis hombros, los ojos apenas maquillados de un suave rosa palo hicieron desaparecer lo que había sido la más larga de las semanas y como toque final unas sandalias de la misma gama de rosa hacían que me sintiera un poco más alta.
Fui al salón y me senté en el sofá a charlar un poco con Mark mientras Bárbara terminaba de arreglarse.
-¿Seguro que preferís que vaya yo también? Es vuestro aniversario, creo que estaréis mejor los dos solos.
-No digas tonterías, tú nos has ayudado mucho, y queremos agradecértelo, es más, creo que con una cena no es suficiente.-Dijo sonriendo mientras se acariciaba la típica barba de unos cuantos días sin afeitar que le daba un toque muy varonil el cual Bárbara apreciaba mucho.
-Bueno, como vosotros prefiráis.-Le contesté a la vez que me retiraba el pelo de la cara.- Esta Bárbara… siempre tan coqueta, no ve la hora de separarse de un espejo.
-Sí, siempre ha sido así, incluso desde antes de estar juntos, cuando quedábamos en pandilla ella era la que resaltaba del resto y todas las noches algún que otro ‘’tipo’’ se le acercaba para flirtear un poco con ella, no puedes imaginarte cuanto la quiero Adri, no sé lo que haría sin ella.
Le cogí la mano y a través de su mirada me trasmitió todo lo que él sentía, tanto amor, tanta alegría y todas esas ganas de compartir toda una vida con alguien sin importar el precio de ello era algo increíble.
-Lo sé, y también se que ella a ti te quiere un montón, sois la pareja perfecta y espero que duréis muchos, muchos año más.
-Y espero que tú estés aquí con nosotros.- Concluyó entre risas.
-No lo dudes.
-¡Ya salgo!-Dijo Bárbara desde el interior de su cuarto.
Nada más salir de la habitación pudimos contemplar la buena inversión de tiempo que había echado en arreglarse, lucía un vestido azul eléctrico por encima de la rodilla ligeramente ajustado a su delicada silueta y su pelo corto recién lavado hacía más visible sus grandes ojos marrones perfilados con un oscuro negro que los hacía aun más intensos, y a pesar de su considerable altura unas sandalias de un azul similar se sujetaban en sus delgados tobillos.
-¿Nos vamos?- Dijo cogiendo el bolso.
-Sí, claro, por cierto… me gusta mucho tu vestido.- Le dije mientras abría la puerta.
-Gracias.
Bárbara fue la primera en salir y tras ella Mark le decía algo al oído lo que hizo que ella sonriera, luego yo cerré la puerta con llave. Tenía pinta de que esta sería un gran noche.




miércoles, 18 de agosto de 2010

Chapter 1.

Durante los últimos cuatro meses he sabido lo que es realmente el miedo, he vivido con la angustia y el sufrimiento de la perdida, con el dolor y la amargura que han pintado mis días de un tenue y apagado gris.
La sensación de ahogo y de inestabilidad, las lágrimas contenidas, el pánico que surgen en unos segundos y que te cambian la vida para siempre, los gritos de dolor, la penumbra, la muerte… son cosas que han quedado marcadas en mi historia, en esta historia.



Hola, me llamo Adriana, hace un año que soy reportera, podría decir que vivo mi trabajo con una gran intensidad, terminé la carrera aquí, en los Ángeles y al poco tiempo me contrataron en una prestigiosa cadena local. Comparto piso con dos compañeros de trabajo Mark y Bárbara, una simpática pareja que pasan los sábados a base de películas y un buen cuenco de palomitas, pero como suele decirse las viejas costumbres nunca mueren y mi cultivado origen español los condujo a las interminables fiestas en los barrios más cotizados de esta deslumbrante ciudad, teniendo que desplazar sus planes a las aburridas tardes de domingo en las que, conseguir un buen plan sería cosa de pura magia.

Viernes por la mañana. El ruido del despertador sonó en cada rincón de aquel pequeño apartamento, saqué perezosamente  el brazo de las suaves y arrugadas sábanas, aquel molesto ruido me pareció que sonaba más fuerte que otras mañanas, lo paré con un pequeño golpecito en su parte superior, me incorporé lentamente, salí de la cama  aun medio dormida y me dirigí al cuarto de baño, me lavé la cara e intenté poner orden en los rebeldes rizos que caían sobre mis hombros.
Cuando llegué a la cocina Mark y Bárbara habían preparado ya el desayuno y un exceso de felicidad se percibía en el ambiente.
-Ven Adri, hemos preparado tortitas.- Dijo Mark  acercándome un plato rebosante de ese suculento manjar.
-¿La has hecho tú?-. Pregunté asombrada mientras me servía.
-Sí, yo mismo.
Después de eso levanté la cabeza del plato y lo observé con una expresiva cara de asombro que no podría explicar, sí, es cierto, hacer unas simples tortitas no sería razón para levantar un monumento, pero en esta ocasión sí; Mark es de esas personas que detesta cocinar, siempre lo ha dicho y su fuerte afán por permanecer lejos de la cocina en la hora punta era algo que seguía a rajatabla.
-No me mires así Adri, hoy es un día especial, ¿no lo notas?-. Después de eso cogió suavemente a Bárbara por la cintura y se fundieron en un cálido beso. –Hoy hace exactamente  tres años que estamos juntos.
-Y… queremos que todo sea perfecto.- Añadió Bárbara con los ojos brillantes.- Así que, hoy, nos vamos los tres a cenar a un sitio que me han recomendado y después salimos a tomar un par de copas.
-Me parece bien, pero ahora, creo que sería mejor terminar de desayunar rápido si no queremos llegar tarde.- Después de que terminara la frase nos pusimos los tres rápidamente a terminar lo que había sido el primer contacto que Mark había tenido con la cocina.

lunes, 16 de agosto de 2010

Cada uno es dueño de sus propios pensamientos.

¡Hola!:) que ¿qué es esto? pues bien, como ves es un simple blog, sí, no tiene nada más ¿qué más querías? no hace falta mucho para hacer algo grande, si no que son las cosas simples las que le dan color a lo más complejo:D
Una historia, un relato, propio, diferente, si me permitís especial, o al menos lo es para mi, algo que comienza con una simple palabra, que te cautiva a lo largo de varias frases, que te emociona con su historia y te hace olvidar por un solo momento lo que queda a tu alrededor, así que ahora déjame a mi regalarte ese pequeño tiempo, ese pequeño placer, déjame enamorarte con cada palabra y emocionarte al igual que lo he hecho yo, porque es lo que tiene las cosas simples, que todos podemos soñar con ellas, desearlas, esperarlas con ilusión, pero lo mejor de todo, tenerlas y llegar a crearlas.
Espero que lo disfrutéis tanto como yo.

SE ME OLVIDÓ SILBAR.